Manolo al iniciar su vida de casado
La muerte nos sorprende en el momento que menos la esperamos. El fallecimiento repentino por muerte natural, puede llegar a ser un alivio, deceso tranquilo y digno para la persona que se va, pero para los familiares es bastante difícil de aceptar.
“Manolo”, como lo llamaba cariñosamente su bisnieta de tan sólo cuatro (4) años
de edad, a quien llamaré “Heidi”, se quedó sin el abuelito. Él se esmeraba por
llevarla al colegio, se preocupaba por todo lo relacionado con ella, la mimaba,
era su cómplice en todo. El abuelito Manolo se fue, se fue para siempre traspasando
los linderos del más allá, la eternidad misteriosa de la que sólo Dios conoce.
Manolo, con su carácter enérgico y perfeccionista,
quien se caracterizó por seguir las tradiciones, quien nació con la generosidad
y el altruismo adheridos a su corazón, quien reía a carcajadas con las
picardías y ocurrencias espontaneas de la graciosa Heidi, quien a su corta edad
lo dominaba con su personalidad arrolladora y al mismo tiempo tierna.
Manolo, quien debido a su carácter difícil suscitó heridas especialmente en su
hija mayor, pero cuando la calma y el buen juicio lo envolvían era
extraordinariamente aceptable y se disfrutaba de su compañía. Independiente a
ello, nunca dejó de ser solidario con su familia principalmente, también con
aquellos necesitados aún sin conocerlos y hasta con los animales.
Antes
de fallecer, en esta misma fecha, él llevó a Heidi al colegio, la mimó como
todos los días, después fue al supermercado con dos de sus familiares, ayudó a
su esposa en algunas labores de su hogar, almorzó y minutos después buscó
dormir la siesta y dormido quedó para siempre.
Algunos vecinos habían estado hablando
con él previamente y todo transcurría normal y posteriormente ¡era
de no creer!: "Manolo el abuelo, viajó hacía la
eternidad".
Tristemente se trataba de mi padre,
quien repentinamente nos abandonó y no tuve tiempo de pedirle que me perdonara
por haber tenido la relación fracturada entre los dos y esto fue lo que me
produjo más dolor.
Al llegar y encontrarlo sin vida sobre su cama, me acosté a su lado y
entrelazando su mano fría y pálida entre la mía, le supliqué a Dios “Que así
como había resucitado a Lázaro, hiciera lo mismo con mi padre por lo menos diez
minutos para manifestarle todo aquello que no le hice saber en vida y especialmente
para conseguir su perdón, así en muchas cosas yo hubiera tenido la razón".
Mi conmoción fue tan abismal que no soporté tanto dolor y sumándolo a otro
episodio, fue necesario que me internaran en el hospital durante diez días,
justo el mismo día de sus exequias.
Mientras esperábamos el carro de la
funeraria, me sorprendió con su aparición frente a mí, estaba sujetando a Tobby
de la correa, -la mascota que lo acompañó durante doce años- y me dijo “Que
lo perdonara por todo… y que cuidara de Heidi que era la niña de sus ojos”. No
sé si esa aparición fue real o fue producto del deseo intenso de saber a mi
padre con vida.
Cuando despierto, cuando duermo, cuando
camino, cuando escribo, cuando leo….en todo lo que hago sus recuerdos me
rodean, no puedo evitar llorar y echarlo menos, especialmente cuando Heidi
pronuncia su nombre mencionando también, que le hace falta.
Ahora estoy plenamente convencida que
en la ausencia valoramos lo que en presencia no acogemos con tolerancia y
después es demasiado tarde porque el vacío no se puede llenar con nada.
Rita Daisy Moyano Chaves (Vanina)
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